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domingo, 22 de mayo de 2011

ANEXO TEMA 1: LA DERIVA CONTINENTAL




Artículo publicado en el diario El Comercio, el martes 17 de mayo de 2011, en la sección Economía y Negocios (página B24).
 
Por Tomás Unger
La reciente tragedia del Japón nos ha recordado que vivimos en la delgada e inestable corteza de un pequeño planeta. Es una buena ocasión para recordar por qué es inestable. Nuestra visión del planeta que habitamos ha variado a saltos. Los griegos determinaron que es redondo, Eratóstenes lo midió con asombrosa precisión, considerando el método que usó*. Copérnico y Galileo sacaron la Tierra del centro del universo, y su edad se fue alargando, a medida que aprendimos a medirla.

Primero fueron los fósiles marinos encontrados en las montañas que necesitaban miles de años para llegar a donde estaban. La evolución propuesta por Darwin requería millones de años y su amigo, el padre de la geología moderna Charles Lyell, fue el primero en postular una evolución geológica de millones de años.

A fines del siglo pasado se descubrió la radiactividad, que permitió medir la edad de las rocas, y la edad de la Tierra pasó a ser de miles de millones de años. Recién en este siglo se pudo determinar con precisión su antigüedad: unos 4.500 millones de años.

Había evidencia de que el clima, la flora y la fauna cambiaron y los mares habían bajado y subido, pero se aceptaba que los continentes siempre tuvieron la misma forma, a partir del momento en que la Tierra se enfrió. Quedaba por explicar la causa de los terremotos y la formación de montañas. Sin embargo, los geólogos creían en su estabilidad, con honrosas excepciones.

DE BACON A WEGENER
En 1620 el inglés Francis Bacon planteó que, en un pasado remoto, América estuvo unida a Europa y África. En 1668, el francés P. Placeta escribió: “... antes del diluvio, América no estaba separada de las otras partes del mundo”. Al parecer ambos se basaron solo en la forma del mapa, observando cómo encajan los continentes. A mitad del siglo XIX, el geólogo francés Antonio Snider notó la gran similitud entre los fósiles del nuevo y viejo continente y planteó que alguna vez formaron una sola masa.

A pesar de que la mayoría de los geólogos ridiculizaba estas teorías, la evidencia fósil se hacía cada vez más abundante. Las formaciones geológicas de América del Sur continuaban en África, lo que llevó al geólogo austríaco E. Suess a agrupar los continentes en uno solo, que llamó Gondwana. El primero en plantear una teoría completa al respecto fue el meteorólogo alemán Alfred Wegener. Además de ubicar Sudamérica encajada en el ‘codo’ de África, Wegener estableció una continuidad entre Terranova, Groenlandia y Escocia, prediciendo la falla geológica que abarca a los tres.

PANGEA
Según los registros fósiles, Wegener dedujo que hace unos 200 millones de años todos los continentes formaban uno solo, al que llamó Pangea (del griego, “toda la tierra”). A partir de 1915 Wegener publicó trabajos que exponían su teoría, pero esta no fue aceptada. La razón para rechazarla era que faltaba la explicación del mecanismo que mueve los continentes. Unos cuantos geólogos buscaron evidencia fósil que respaldara la tesis, pero la mayoría seguía escéptica.

Mientras tanto, Wegener publicó un trabajo que demostraba una unión entre África y la Antártida y partió en 1930 en una expedición a Groenlandia, de la cual no volvería. Tras la muerte de Wegener aumentó el número de geólogos que trataban de encontrar un mecanismo que explicara la deriva continental, que es como se bautizó la nueva teoría. 

Tuvieron que pasar más de 20 años, con nuevos recursos técnicos, para que la teoría fuera explicada y comprobado su mecanismo. 

AVANCE CON CALENDARIO
La exploración submarina, con recursos técnicos inventados durante las guerras, permitió descubrir la mayor cordillera del mundo: la submarina, una ruptura del fondo marino que separa las placas que llevan a los continentes en su lento desplazamiento. La cordillera baja del Polo Norte cortando el Atlántico voltea por el Océano Índico hasta el Mar Rojo, y por el Pacífico va hasta California, recorriendo 74.000 km. De ella brota lava, formando un nuevo fondo marino que empuja al existente, y con él a los continentes.

Donde el continente que avanza se encuentra con el fondo marino, que viene en sentido contrario, como nuestra costa, se monta. El resultado son terremotos y volcanes y una arruga a lo largo del encuentro, en nuestro caso la Cordillera de los Andes. El Himalaya es la arruga de la colisión de la India, que estuvo pegada al África, con Asia. El fondo marino, además de descubrir la mecánica de la deriva continental, gracias a un fenómeno electromagnético, nos ha dado un calendario de su avance. 

El polo magnético de la Tierra, hoy cerca del Polo Norte, no siempre estuvo allí. Por causas que desconocemos, la polaridad de la Tierra se ha invertido muchas veces en el pasado, quedando registrada en la lava que aflora de la cordillera submarina. Las partículas ferrosas se orientan de acuerdo con el campo magnético, quedando fijas cuando la lava se enfría, como agujas de brújula congeladas. La comparación de las franjas de ‘agujas’ orientadas en un mismo sentido ha permitido calcular el tiempo que demoraron los continentes en llegar a su posición actual.

LOS TERREMOTOS
Finalmente, en 1966 la tesis de la deriva continental fue totalmente aceptada. Ante la abrumadora evidencia, los geólogos más escépticos tuvieron que aceptar que los continentes se desplazan. Con los métodos actuales, que permiten reflejar un rayo láser de la Luna, sabemos que en algunos puntos se desplazan hasta 16 cm al año.

Aún queda por determinar cómo se formaron los primeros continentes y su relación con el manto sobre el que se desplazan. Nuestros conocimientos sobre el interior de la Tierra son aún muy limitados. En algunos casos sabemos más sobre otros planetas que sobre el interior del nuestro. Aunque el hombre llegó a la Luna, a 400.000 km, aún no ha perforado la superficie terrestre a la profundidad de las fosas marinas (11 km). 

El desplazamiento de los continentes, aunque uniforme a escala geológica, a la escala de tiempo humano ocurre a saltos. Si bien es posible predecir que en 100.000 años nuestra costa avanzará unos 16 km al oeste, no es posible saber cuánto avanzará en los próximos 100. Los continentes avanzan a ‘saltos’, liberando las tensiones acumuladas en forma de terremotos. Pueden pasar décadas, hasta siglos, sin que el continente salte. Cuanto más demora, acumula más tensiones y es más fuerte el terremoto que las libera. El último cataclismo con magnitud 9 anterior al del 11 de marzo, ocurrió en la costa nororiental del Japón en el siglo IX.

1 comentario:

Marco Antonio Sicha Pérez dijo...

Al parecer nos ganó el cansancio jejeje. La lectura es interesante, anímense.